Ventajas de tener hermanos
No somos el centro del universo
“Las parejas van y vienen, los hijos llegan y eventualmente se van, los amigos se transforman y se alejan. Lo único que jamás se pierde es un hermano”, Gail Sheeny
“Las parejas van y vienen, los hijos llegan y eventualmente se van, los amigos se transforman y se alejan. Lo único que jamás se pierde es un hermano”, Gail Sheeny
No importa si tenemos uno o diez, tener hermanos es sinónimo de aprender a compartir. Y hay que ver lo mucho que disfrutamos aprendiendo tan valiosa lección. Todo comienza el día en que nuestro juguete preferido aparece en manos de nuestro hermano o hermana. Sería fabuloso decir que nuestra reacción inicial es la generosidad absoluta, pero por lo general, las emociones que nos despierta esa imagen son un poco menos constructivas.En esta división entran los empujones, los tirones de pelo, las bofetadas y el método ‘speedy gonzález’, que consiste en agarrarlo antes de que se dé cuenta y salir pitando, con toda la velocidad que nuestras cortas extremidades nos permitan.
Para descubrir nuestros límites
“Ayuda a tu hermano a cruzar el río y verás que tu también llegaste a la orilla”, Anónimo
“Ayuda a tu hermano a cruzar el río y verás que tu también llegaste a la orilla”, Anónimo
Nuestros hermanos son como cajas de pandora. No importa si llegan antes o después al mundo que nosotros, despiertan nuestras primeras envidias y comparaciones. “¿Por qué a él le dejan salir más tarde que a mi?” “¿Por qué siempre le tocan los mejores regalos?” “Por qué a mi me exigen sacar mejores notas?” “¿Por qué se lleva mejor con mi madre o con mi padre que yo?” “Es la más mimada con diferencia”. Consciente o inconscientemente, a menudo entramos en competición con ellos. Y aunque esta rivalidad puede ser fuente de frustraciones y profundo malestar, también tiene un lado positivo. La competición sana nos lleva a intentar destacar en algo por nosotros mismos, lo que nos lleva a desarrollar nuestras habilidades innatas y talentos.
Lo cierto es que existen pocas personas que sean capaces de sacarnos de nuestras casillas como lo hacen nuestros hermanos. Tienen la capacidad de tocar todas las teclas correctas para hacernos saltar. Ponen a prueba el alcance de nuestra ira y la potencia de nuestra mala leche. Despiertan nuestros más bajos instintos, que se transforman el palabras viles y en ocasiones hasta en zapatillas lanzadas con sorprendente puntería. Nos chinchan, nos machacan y nos llevan al límite. En esos momentos, hay quien opta por cultivar la paciencia y quien elige tomar distancia e incluso dejar de hablar al estímulo causante de todas esas emociones tóxicas.
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